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RAZONES PODEROSAS PARA IGNORAR LOS CONSEJOS DE BELLEZA

Recientemente he leído algunos tips para el éxito profesional de mujeres “de cierta edad” que resumo en cuatro puntos: hacer gimnasia, hacer dieta, maquillarse y sonreír. (¿?)


Tópico de hoy: Ser mujer trabajadora con años de más


No es un delito cumplir años aunque parece que a las mujeres se nos continúa culpabilizando por tener más de treinta. En seguida salen las coachers “amigas de las mujeres” con sabios consejos para mantenernos jóvenes y que podamos desarrollarnos profesionalmente con la agilidad y la simpatía de una chica de quince.




Estos consejos de siempre-joven, que se reparten a diestro y siniestro con alegría en cualquier espacio femenino que se precie, me resultan alarmantes y levantan siempre mi indignación, pero hoy voy a criticar exclusivamente los consejos de siempre-joven referidos exclusivamente a las emprendedoras, o sea, personas del sexo femenino que luchan por alcanzar una meta profesional. Ya para empezar el titular suele ser del tipo “Es tu edad un obstáculo para conseguir tus objetivos”, lo que ya pone la seguridad en ti misma en entredicho, simplemente porque has tenido el mal gusto de vivir. En lugar de tranquilizarte con algo así como “no te preocupes que la experiencia es un grado”, te dice más o menos” no te preocupes que yo te voy a decir lo que tienes que hacer para parecer más joven” (o que no parezcas tan vieja, que viene a ser lo mismo). O sea, se da más importancia al contorno de las caderas de la emprendedora que al contorno de sus ideas. (Esto del teclado de una coacher de empresarias).


Vamos a considerar que la cierta edad comienza a partir de los 35 (lo digo porque creo que es cuando se empiezan a recomendar las cremas anti-aging). Lo primero de todo, tener años ya se considera una tara de la naturaleza (femenina que no masculina) que hay que solventar con disciplina, esfuerzo y sacrificio: clases de gimnasia, maquillaje para estar divina y dieta macrobiótica, todo acompañado de gráciles sonrisas que diseñen arrugas joviales. El objetivo según la coacher de turno es ayudar a nuestro cuerpo a fabricar endorfinas que ralenticen el proceso de envejecimiento. Por eso es importante tener los músculos del cuerpo y del cerebro ocupados y tratar de comportarse como “si se fuera una persona joven”. Se indica que los años afectan a la mente haciéndola débil y esta debilidad se prolonga en las finanzas y en los negocios. Sin embargo, gracias al proceso de modelación de un cuerpo 10, la mente se hará 10 y todos nuestros negocios saldrán de perlas porque irradiaremos superseguridad y cerraremos supercontratos.


Y digo yo, ¿qué tendrán que ver las churras con las merinas? Una cosa es salir aseada para trabajar y mover un poco el esqueleto aunque sea con la wii para no quedarse anquilosadas y otra cosa es que una gurú de pacotilla aterrorice a las mujeres con el cuento de que si no hay cuerpo no hay negocio. Y bueno, ya eso de que se las debilite la mente es para morirse de risa, si ya a una mujer normal se la engrasa la cabeza de solucionar problemas domésticos diversos, si nos referimos a una empresaria, es que su cerebelo fabrica un litro de aceite de oliva virgen en la primera hora de trabajo.


Estas coachers de las empresarias superponen la identidad personal al ideal de identidad universal, todas iguales, sin diferencias y atentan contra la dignidad intelectual de la mujer denigrándola en su fueron interno con el augurio de que la pérdida de la juventud y la belleza conlleva la pérdida de la autoestima femenina. Los iconos de belleza y juventud persiguen la construcción de una mujer artificial inalcanzables para una mujer real y cuyo fracaso en esta carrera de la perfección solo consiguen debilitar la fortaleza femenina, engendrar complejos de inferioridad, vergüenza de una misma y odio al cuerpo. Este tipo de discursos lo único que logran es dividir a la población entre mujeres y hombres, dividir a las mujeres en bandos y ponernos a nosotras en contra de nosotras mismas.


Pensándolo bien, quizá estos consejos paternalistas si están pensados para el bienestar de alguien, pero no para el de la mujer, sino para el del hombre y las marcas. La belleza femenina, tal y como se plantea, evoca una mentalidad frágil y dependiente, pasiva o subordinada. Una mujer con poder, con seguridad, con poder de convicción sigue asustando a muchos hombres que no saben nunca como tratarla, si como un colega, si con condescendencia doméstica o como si fuera un persona con poder (para el caso, un hombre con faldas).


La mujer lleva ya rato metida en el mundo de los negocios y aunque ya no necesita llevar trajes ejecutivos de inspiración masculina para imponer respeto entre sus iguales todavía en muchas esferas profesionales continúa siendo la rara, la única, entre un grupo de hombres. Y esa mujer decidida a salir adelante y empujar lo que sea necesario no va a sacar sus fuerzas en tiempos de flaqueza de la lechuga y del “genial” tono wii, sino de la solidez de sus ideas, su empeño, su poder de convicción y negociación, su capacidad directiva y organizativa, su credibilidad personal y profesional, su iniciativa, su viabilidad empresarial y de otras cualidades que comparten hombres y mujeres con ideales y proyectos.


Ya está bien de jugar con las mujeres a las películas hollywoodenses de la perfecta e impecable ejecutiva agresiva. Ya está bien de que el espacio privado de la mujer prevalezca sobre su espacio público. Ya está bien de exigir a la mujer trabajadora que sea una superwoman.


Devotamente tuya,
Malachuca

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