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Sexo con la regla
La regla siempre resulta un engorro para tener relaciones incluso cuando se conoce bien a la pareja y hasta es una de las pocas razones por las que al hombre le parece comprensible no hacer el amor. La idea de manchar allí por donde rodemos desnudas es motivo suficiente para que muchas de nosotras practiquemos el celibato durante unos días; total que entre todos hemos logrado inventarnos una excusa perfecta para estar unos días a “ajo y agua”.
Concurso de fotos Nancy Viajera
Yo no me cuento entre ellas y tuve que conformarme, en un revival nostálgico que me dio este año, con una muñeca de la reedición que está haciendo Famosa de las viejas Nancys más emblemáticas. Cuento todo esto porque pasándome por el Facebook de Nancy he visto que la Nancy Azafata (acompañada de la nueva frisbi) ha convocado un concurso de fotos titulado Nalncy Viajera y se trata de hacerse de ver con la muñeca de aquí para allá, cuanto más exótico mejor. La idea me parece divertidísima, tal como me lo pareció el Gnomo explorador de Amelie. No sé, lo mismo me apunto y vamos mi Nancy y yo juntas a todos los lados con cámara digital mediante. ¿Y vosotras?
Para más información http://www.famosa.es/nancy/azafata/azafata2.html
Con más barriga mejor fornica
Para las que estén buscando un polvo de calidad que giren los prismáticos hacia los bombocitos rellenos. Y la que haya puesto a dieta al marido que la interrumpa ipso facto. Investigadores de la Universidad de Erciyes en Kayseri (por Turquía) después de estudiar el índice de masa corporal (IMC) y el rendimiento sexual masculino descubrieron que los hombres gorditos duran más tiempo haciendo el amor que los delgados. Y va en serio.
Los sexólogos establecieron que los hombres de peso tienen un promedio de aguante fornicador de 7,3 minutos (ayayaiiii),so normal sólo pueden aguantar a… aguantar a…. 108 segundos (y lo he puesto en segundos para que parezca más).
Los investigadores turcos observaron durante un año a 1000 personas obesas haciendo el amor y dictaminaron que efectivamente tienen mayor capacidad para retener la eyaculación. Por lo visto, la grasa acumulada aumenta los niveles de estrógenos que actúan sobre los neurotransmisores en la parte del cerebro que facilita el control de la eyaculación. Asimismo, se confirman otros estudios que demostraban que los hombres que padecen de eyaculación precoz tienen bajos los niveles de esta hormona.
Así que se nos presenta un dilema, o cuidamos a nuestros hombres y les prevenimos del colesterol, los triglicéridos y el ácido úrico para que nos vivan más años y más sanos que una manzana con el riesgo de perdernos los placeres de las mil y una noches, o les matamos a comer hamburguesas y ellos a cambio nos matan a polvos y además nos dejan viudas, jóvenes y sabiendo lo que vale un peine (no sé si lo tengo que pensar).
A mi no me gustan los escuálidos ni los flacos que se enfundan camisetas superceñidas dos tallas más pequeñas para marcar pecho (de eso ya me encargo yo). En cuestión de kilos y buscando mi tope estético, lo máximo hacia lo que me he siento atraída es la clásica barriga cervecera de toda la vida, esa que estrechas con los dos brazos contra ti y te hace sentir como en casa. Reflexionando sobre mis experiencias, puedo afirmar que las ocasiones en que he estado con un gordito han resultado memorables; no sé si fue la duración o el peso del cuerpo que le da como más poderío a la jugada, pero la verdad es que guardo muy buenos recuerdos. Pero nunca pienso en estos hombres en base a su barriga o a su poderío sino a su resuelta forma de ser, a su personalidad, a su forma de hacerme el amor. A estos gorditos míos les considero tremendamente atractivos.
Así que esta noticia debe ser bienvenida en España donde viven actualmente 6 millones de obesos (entre hombres y mujeres) a pesar de que el Instituto de Medicina Sexual ha advertido que los obesos tienen el doble de posibilidades de presentar disfunción eréctil y que afecta a la comunicación con sus parejas, la autoestima y al deseo sexual.
Pero yo me pregunto si esta falta de lívido se debe al sobrepeso o a los estigmas sociales que marcan al obeso. El boom de la belleza y el culto al cuerpo, la idolatría a la delgadez, han dejado un marco muy estrecho para la que la gente (hombres y mujeres) se sienta bien (gorda, normal o flaca). La fotografía, el cine, las revistas difunden normas e imágenes ideales a gran escala que desencadenan una irresistible cadena hacia la perfección y minan la confianza psicológica y física de las personas. Una espiral de exigencias estéticas que presionan tiranamente hacia la promoción de la línea fina, tensa y tersa. Si una persona se enfrenta a las relaciones físicas con un cuerpo inseguro y tembloroso, avergonzado y mancillado, es normal que después no le funcione bien o no tenga ganas de usarlo.
Con todo esto, no animo a los hombres y mujeres que se engorden, sino que cada cual sea feliz con su cuerpo y de paso haga feliz a alguien más. Que adelgacen o que engorden, que hagan lo que quieran, pero que no dejen que esto les afecte a la cabeza. Ni para hombres ni para mujeres el aguante es lo primero. Os aburriré con esto pero lo que engancha a la cama es la confianza, la inteligencia y la voluntad de explorar. Nadie saca el metro ni el cronómetro.
Eso sí, si quieres triunfar, por si acaso, te recomiendo un buen chuletón. Yo ya he reservado mesa en un argentino.
¿Qué piensas tú de este estudio?
BUSCANDO LO QUE NO DA EL MARIDO
Una calurosa bienvenida de Malachuca:
He crecido en Palencia, una ciudad pequeña que está a cuarenta kilómetros de una más grande. Cuenta el mito urbano que un grupo nutrido de mujeres casadas cogían, solas, puntualmente el tren de los martes a las 5 de la tarde dirección Valladolid para encontrarse con sus amantes en la segunda planta del Corte Inglés. Regresaban en el regional de las nueve, justo para llegar a casa a hacer la cena. Tenían poderosas razones para tener aventuras extramatrimoniales.
RAZONES PODEROSAS PARA IGNORAR LOS CONSEJOS DE BELLEZA
Tópico de hoy: Ser mujer trabajadora con años de más
No es un delito cumplir años aunque parece que a las mujeres se nos continúa culpabilizando por tener más de treinta. En seguida salen las coachers “amigas de las mujeres” con sabios consejos para mantenernos jóvenes y que podamos desarrollarnos profesionalmente con la agilidad y la simpatía de una chica de quince.
Qué queremos las mujeres de los hombres
Una cálida bienvenida de Malachuca:
Una decisión muy difícil que tomé últimamente fue dejar al hombre de mis sueños. Cada encuentro con él era mágico, su presencia me hacía volar. Le conocía muy bien después de tantos años de relación, sabía leerle como un libro abierto, conocía el significado de cada pliegue, de sus distintas caídas de ojos, de su decir sin decir. Juntos parecíamos unos novios recientes, ansiosos, y cada beso era un nuevo milagro que nunca se desgastaba, siempre estaban ricos, nunca se ajaban por la costumbre. Cada cita gloriosa la anotaba en mi calendario en rojo esperando el momento con impaciencia y cada vez era mejor que la anterior. Siempre que estaba con él tenía la convicción de que era el hombre de mi vida, con el único que podía ser yo misma, me sentía vivaracha, eléctrica, seductora. Y sin embargo, le he tenido que dejar porque me hacía infeliz.
Tópico de hoy: Lo siento bonito, pero tengo que dejarte
Cuando una mujer dice que una relación no la llena, los ojos de otra mujer la miran extrañada. “¿Por qué?, si es un chico majo, se nota que te quiere y que os lleváis muy bien.” “Si, ya, pero no es eso. Yo también le quiero, pero hay algo, no sé, que no me llena….. es que no me habla de sus cosas.” Cualquier hombre al oír esto, exclamaría: “¡Otra con lo mismo!” Y si su esposa estuviera al lado, contestaría “Te acabarás acostumbrando a que no te escuchen”.
Esa laguna agridulce que no sabemos como definir es la distancia. No física, sino emocional. Una delgada frontera de indiferencia trazada por el hombre para separarse de las emociones de la pareja tras la cual sólo él parece sentirse cómodo.
Nos quieren, pero ni nos hablan ni nos escuchan ni se lo plantean siquiera. Nos miran con la cara que inventó el título “Las mujeres son de Venus y los hombres de Marte”. Estamos siempre con lo mismo, sí, pero para nosotras solas, llevamos las comeduras de coco por dentro. Las mujeres nos callamos esa mezcla agria de amor y sufrimiento que parece que es un ejemplo que se pasa de madres a hijas. Nos enseñan a considerar normal que los hombres no den explicaciones, no den razón de sus comportamientos o sean evasivos, esto los casados; los solteros además pretenden que comprendamos sus silencios, sus huidas, sus desapariciones y sus re-apariciones. Y nosotras somos las que siempre estamos detrás, pidiendo hablar, compartir, intimar, es el juego del gato y el ratón que por fin comienza a hartarnos. Ya no valen las patéticas excusas de “nunca te he pedido nada”, “no sé a que te refieres”, “confórmate con lo que tienes”, “no comprendo a qué te refieres”, “de dónde has sacado eso”, “adónde quieres ir a parar”…
¿Por qué les molesta tanto a los hombres hablar de temas íntimos? ¿Quiere el hombre que siempre se le comprenda? ¿O es el no-compartir sus sentimientos un modo de que la mujer siempre esté por debajo de él? Este tipo de incomunicación o distanciamiento como expresión de una actitud de desigualdad o inferioridad es la moneda de muchos hombres para evitar la fraternidad con alguien en un plano inferior. Si hablas demasiado de ti puede que el otro adquiera sobre ti algún tipo de dominio por la información suministrada. Aunque resulta penoso pensarlo, este tipo de comportamiento se da mucho en la relación hombre-mujer, al no hablarlas o bien dialogar con ellas en plan “te lo concedo” están dejando de participar con la mujer en un plano de igualdad para situarla en un escaño inferior, y de esta manera consiguen llevar ellos las riendas del curso de la relación.
Esta actitud hace aparecer a las mujeres frágiles, infantiles, sensibleras. Resulta intolerable hacer sentir a alguien culpable simplemente por hablar de sus sentimientos a la persona que ama, y que sabe que le aman (y que puede ser recíproco). Normalmente es siempre la mujer la que ocupa este embarazoso puesto porque es la que suele iniciar las conversaciones difíciles o serias (“tenemos que hablar”). Y lo más normal es que el hombre la deje sola con su monólogo. Cuando se habla de temas que atañen a los dos o concretamente a la mujer, el hombre se aleja de mil modos: finge escuchar para que se calle, cambia de tema, se muestra preocupado o se olvida de contestar incluso si se acaba con una pregunta. Vuelvo a lo de antes. Nos tratan con actitud condescendiente y pareciera que quisieran hacernos entender que no somos sus iguales y nos ponen en nuestro sitio con la distancia. Y dicen que nos quieren.
Primero comencé por soñar en rosa con el hombre de mi vida que me trataba como a una princesa y acabé cuestionándome si me tomaba en serio, si de verdad le interesaba yo como mujer. Me di cuenta que trataba mis cosas como si carecieran de validez, como si mis opiniones no tuvieran suficiente credibilidad. Comprendí que no me sentía conocida ni comprendida, vi que no me veía. Finalmente, caí en la cuenta de que lo que me estaba haciendo infeliz era todas las emociones que ocultaba y silenciaba, las contradicciones que me atormentaban y el anhelo de ese amor que no veía colmado.
Entonces llegué a la pregunta que se hacen todos los hombres: ¿qué queremos las mujeres?
Nosotras anhelamos ser amadas, física y emocionalmente. Sentirnos realmente amadas. El hombre da por sentado el apoyo emocional de la mujer, nuestro amor y nuestra solicitud incondicional. Pero nosotras también.
Por lo tanto, reflexioné, si esta relación, por mucho amor que tenga, no colma mis ansias de intimidad me veo obligada a cortar. Estoy harta de compartir con él hasta la mínima parte de mi ser y no sentirme correspondida, ni comprendida, ni conocida bien en absoluto. No me siento tan importante en su vida como para que se moleste en conocerme tanto como me vuelco yo.
Por lo tanto, le dije, “lo siento bonito, pero tengo que dejarte”. Quiero una relación realmente íntima no sólo sexual, quiero una persona que ahonde en mí de manera cariñosa, quiero un hombre que sepa aceptar mi afecto y que me haga partícipe de sus emociones. Quiero una pareja en igualdad. Y ese, no eres tú.
Devotamente tuya,
Malachuca
Una decisión muy difícil que tomé últimamente fue dejar al hombre de mis sueños. Cada encuentro con él era mágico, su presencia me hacía volar. Le conocía muy bien después de tantos años de relación, sabía leerle como un libro abierto, conocía el significado de cada pliegue, de sus distintas caídas de ojos, de su decir sin decir. Juntos parecíamos unos novios recientes, ansiosos, y cada beso era un nuevo milagro que nunca se desgastaba, siempre estaban ricos, nunca se ajaban por la costumbre. Cada cita gloriosa la anotaba en mi calendario en rojo esperando el momento con impaciencia y cada vez era mejor que la anterior. Siempre que estaba con él tenía la convicción de que era el hombre de mi vida, con el único que podía ser yo misma, me sentía vivaracha, eléctrica, seductora. Y sin embargo, le he tenido que dejar porque me hacía infeliz.
Tópico de hoy: Lo siento bonito, pero tengo que dejarte
Cuando una mujer dice que una relación no la llena, los ojos de otra mujer la miran extrañada. “¿Por qué?, si es un chico majo, se nota que te quiere y que os lleváis muy bien.” “Si, ya, pero no es eso. Yo también le quiero, pero hay algo, no sé, que no me llena….. es que no me habla de sus cosas.” Cualquier hombre al oír esto, exclamaría: “¡Otra con lo mismo!” Y si su esposa estuviera al lado, contestaría “Te acabarás acostumbrando a que no te escuchen”.
Esa laguna agridulce que no sabemos como definir es la distancia. No física, sino emocional. Una delgada frontera de indiferencia trazada por el hombre para separarse de las emociones de la pareja tras la cual sólo él parece sentirse cómodo.
Nos quieren, pero ni nos hablan ni nos escuchan ni se lo plantean siquiera. Nos miran con la cara que inventó el título “Las mujeres son de Venus y los hombres de Marte”. Estamos siempre con lo mismo, sí, pero para nosotras solas, llevamos las comeduras de coco por dentro. Las mujeres nos callamos esa mezcla agria de amor y sufrimiento que parece que es un ejemplo que se pasa de madres a hijas. Nos enseñan a considerar normal que los hombres no den explicaciones, no den razón de sus comportamientos o sean evasivos, esto los casados; los solteros además pretenden que comprendamos sus silencios, sus huidas, sus desapariciones y sus re-apariciones. Y nosotras somos las que siempre estamos detrás, pidiendo hablar, compartir, intimar, es el juego del gato y el ratón que por fin comienza a hartarnos. Ya no valen las patéticas excusas de “nunca te he pedido nada”, “no sé a que te refieres”, “confórmate con lo que tienes”, “no comprendo a qué te refieres”, “de dónde has sacado eso”, “adónde quieres ir a parar”…
¿Por qué les molesta tanto a los hombres hablar de temas íntimos? ¿Quiere el hombre que siempre se le comprenda? ¿O es el no-compartir sus sentimientos un modo de que la mujer siempre esté por debajo de él? Este tipo de incomunicación o distanciamiento como expresión de una actitud de desigualdad o inferioridad es la moneda de muchos hombres para evitar la fraternidad con alguien en un plano inferior. Si hablas demasiado de ti puede que el otro adquiera sobre ti algún tipo de dominio por la información suministrada. Aunque resulta penoso pensarlo, este tipo de comportamiento se da mucho en la relación hombre-mujer, al no hablarlas o bien dialogar con ellas en plan “te lo concedo” están dejando de participar con la mujer en un plano de igualdad para situarla en un escaño inferior, y de esta manera consiguen llevar ellos las riendas del curso de la relación.
Esta actitud hace aparecer a las mujeres frágiles, infantiles, sensibleras. Resulta intolerable hacer sentir a alguien culpable simplemente por hablar de sus sentimientos a la persona que ama, y que sabe que le aman (y que puede ser recíproco). Normalmente es siempre la mujer la que ocupa este embarazoso puesto porque es la que suele iniciar las conversaciones difíciles o serias (“tenemos que hablar”). Y lo más normal es que el hombre la deje sola con su monólogo. Cuando se habla de temas que atañen a los dos o concretamente a la mujer, el hombre se aleja de mil modos: finge escuchar para que se calle, cambia de tema, se muestra preocupado o se olvida de contestar incluso si se acaba con una pregunta. Vuelvo a lo de antes. Nos tratan con actitud condescendiente y pareciera que quisieran hacernos entender que no somos sus iguales y nos ponen en nuestro sitio con la distancia. Y dicen que nos quieren.
Primero comencé por soñar en rosa con el hombre de mi vida que me trataba como a una princesa y acabé cuestionándome si me tomaba en serio, si de verdad le interesaba yo como mujer. Me di cuenta que trataba mis cosas como si carecieran de validez, como si mis opiniones no tuvieran suficiente credibilidad. Comprendí que no me sentía conocida ni comprendida, vi que no me veía. Finalmente, caí en la cuenta de que lo que me estaba haciendo infeliz era todas las emociones que ocultaba y silenciaba, las contradicciones que me atormentaban y el anhelo de ese amor que no veía colmado.
Entonces llegué a la pregunta que se hacen todos los hombres: ¿qué queremos las mujeres?
Nosotras anhelamos ser amadas, física y emocionalmente. Sentirnos realmente amadas. El hombre da por sentado el apoyo emocional de la mujer, nuestro amor y nuestra solicitud incondicional. Pero nosotras también.
Por lo tanto, reflexioné, si esta relación, por mucho amor que tenga, no colma mis ansias de intimidad me veo obligada a cortar. Estoy harta de compartir con él hasta la mínima parte de mi ser y no sentirme correspondida, ni comprendida, ni conocida bien en absoluto. No me siento tan importante en su vida como para que se moleste en conocerme tanto como me vuelco yo.
Por lo tanto, le dije, “lo siento bonito, pero tengo que dejarte”. Quiero una relación realmente íntima no sólo sexual, quiero una persona que ahonde en mí de manera cariñosa, quiero un hombre que sepa aceptar mi afecto y que me haga partícipe de sus emociones. Quiero una pareja en igualdad. Y ese, no eres tú.
Devotamente tuya,
Malachuca
TE LLAMARÉ POR TELÉFONO
Conoces a un chico que no está nada mal, y piensas ”uhmm…” y mientras le observas de pies a cabeza, te preguntas qué tal será en la cama. Ha quedado que te llamaría.
Te llaman. Oyes a tu nuevo amigo hablar por teléfono. Al principio te extraña su voz. Claro, es nuevo antes que amigo. Le imaginas y te sitúas. Hablar por teléfono es un idioma completamente extraño cuando se refiere a voces de citas porque lo que en presencia lo arreglas con gestos corporales, bromas tontas, sinsentidos… los huecos telefónicos hay que llenarlos con conversaciones articuladas en palabras con alguien a quien realmente no conoces y con quien no tienes nada de que hablar en realidad. Este tipo de conversaciones, cuanto más breves, más sabias. Y es mejor que no tenga ningún tic o recurrencia en su expresión lingüística (comenzar todas las frases con Ciertamente”, por poner en ejemplo) porque estos detallitos por teléfono se amplifican y puede que el chico comience a dar repelús antes de tiempo.
Habéis quedado para una primera cita. Ves a tu amigo, tú esplendorosa como ninguna, y él no sonríe. Piensas, “vaya, qué día tendrá hoy”, y mientras le escuchas repetir cien veces lo mismo (parece que no para de hablar del mismo rollo), te preguntas para qué narices te has depilado, alisado el pelo, revuelto todo el armario hasta dar con el vestido perfecto, y has exfoliado el rostro, puesto una mascarilla, hidratado, maquillado y pintado y borrado la raya 10 veces hasta dar con el trazo perfecto… “¡SI SOY TRANSPARENTE”!
Tu amigo se interrumpe, de pronto, mirándote sorprendido después de media hora en la que estabas ya pensando darte a la bebida. “pero que guapa estás, perdona que esté así pero me he quedado dormido y no me ha dado tiempo a arreglarme, no te importa, ¿verdad?”. “No, que va”, dices tú. Mentalmente te repatea que no se haya dado ni una ducha, y además •¿Qué se ha dormido? O sea, no le tenía nervioso haber quedado conmigo.” La cosa empieza mal. O cambias de actitud o hay desastre asegurado.
Afortunadamente la tarde se arregla, tenéis unos besos apasionados en la puerta de casa y subes a casa tan feliz.
Ha quedado que telefonearía, y piensas, “uhmmm a ver cuánto tardas en llamarme”, mientras haces cálculos para este sábado y los siguientes hasta que se jubile y podáis ir a vivir a las Bahamas.
Si bien le has gustado, no te cabe la menor duda a la vista de los besos tan apasionados del sábado, no esperes que te llame el domingo porque eso sería demostrar demasiado interés a la primera de cambio. Lo normal es que llame de lunes a miércoles. El jueves está demasiado cercano al fin de semana y puede pensar que ya tienes planes, con el lógico temor a ser rechazado. Desde que un chico queda en llamarte en tu interior se ha disparado el pistoletazo de salida y empieza la marcha atrás.
El lunes vuelves de trabajar y te das una reconfortante ducha fresquita para que se evapore el cansancio de la voz y tus palabras suenen dulces y despreocupadas. Pones música y te afanas en recoger la casa porque algo te dice que tiene una ventanita en el auricular del teléfono por el que verá el caos de la ropa sucia desperdigada por el suelo y las tazas rezumante de moho de debajo de la cama. Sin embargo, pasan las horas y la templanza se torna en impaciencia. Y te dice, claro, cómo va a llamar si me he pasado toda la tarde pegada al teléfono. Así que vas al quiosco a comprar el último cosmopolitan y te entretienes mirando las rebajas de los escaparates para perder tiempo. Al llegar a casa te asomas por la puerta del salón esperando encontrar una lucecita roja palpitante en el contestador. Pero el destino parece que te ha dejado de lado y la soledad se apodera de la casa. Llega la hora de acostarse y te vas resignada a la cama, inventando mil excusas y acusándote de mal pensada.
Te llaman. Oyes a tu nuevo amigo hablar por teléfono. Al principio te extraña su voz. Claro, es nuevo antes que amigo. Le imaginas y te sitúas. Hablar por teléfono es un idioma completamente extraño cuando se refiere a voces de citas porque lo que en presencia lo arreglas con gestos corporales, bromas tontas, sinsentidos… los huecos telefónicos hay que llenarlos con conversaciones articuladas en palabras con alguien a quien realmente no conoces y con quien no tienes nada de que hablar en realidad. Este tipo de conversaciones, cuanto más breves, más sabias. Y es mejor que no tenga ningún tic o recurrencia en su expresión lingüística (comenzar todas las frases con Ciertamente”, por poner en ejemplo) porque estos detallitos por teléfono se amplifican y puede que el chico comience a dar repelús antes de tiempo.
Habéis quedado para una primera cita. Ves a tu amigo, tú esplendorosa como ninguna, y él no sonríe. Piensas, “vaya, qué día tendrá hoy”, y mientras le escuchas repetir cien veces lo mismo (parece que no para de hablar del mismo rollo), te preguntas para qué narices te has depilado, alisado el pelo, revuelto todo el armario hasta dar con el vestido perfecto, y has exfoliado el rostro, puesto una mascarilla, hidratado, maquillado y pintado y borrado la raya 10 veces hasta dar con el trazo perfecto… “¡SI SOY TRANSPARENTE”!
Tu amigo se interrumpe, de pronto, mirándote sorprendido después de media hora en la que estabas ya pensando darte a la bebida. “pero que guapa estás, perdona que esté así pero me he quedado dormido y no me ha dado tiempo a arreglarme, no te importa, ¿verdad?”. “No, que va”, dices tú. Mentalmente te repatea que no se haya dado ni una ducha, y además •¿Qué se ha dormido? O sea, no le tenía nervioso haber quedado conmigo.” La cosa empieza mal. O cambias de actitud o hay desastre asegurado.
Afortunadamente la tarde se arregla, tenéis unos besos apasionados en la puerta de casa y subes a casa tan feliz.
Ha quedado que telefonearía, y piensas, “uhmmm a ver cuánto tardas en llamarme”, mientras haces cálculos para este sábado y los siguientes hasta que se jubile y podáis ir a vivir a las Bahamas.
Si bien le has gustado, no te cabe la menor duda a la vista de los besos tan apasionados del sábado, no esperes que te llame el domingo porque eso sería demostrar demasiado interés a la primera de cambio. Lo normal es que llame de lunes a miércoles. El jueves está demasiado cercano al fin de semana y puede pensar que ya tienes planes, con el lógico temor a ser rechazado. Desde que un chico queda en llamarte en tu interior se ha disparado el pistoletazo de salida y empieza la marcha atrás.
El lunes vuelves de trabajar y te das una reconfortante ducha fresquita para que se evapore el cansancio de la voz y tus palabras suenen dulces y despreocupadas. Pones música y te afanas en recoger la casa porque algo te dice que tiene una ventanita en el auricular del teléfono por el que verá el caos de la ropa sucia desperdigada por el suelo y las tazas rezumante de moho de debajo de la cama. Sin embargo, pasan las horas y la templanza se torna en impaciencia. Y te dice, claro, cómo va a llamar si me he pasado toda la tarde pegada al teléfono. Así que vas al quiosco a comprar el último cosmopolitan y te entretienes mirando las rebajas de los escaparates para perder tiempo. Al llegar a casa te asomas por la puerta del salón esperando encontrar una lucecita roja palpitante en el contestador. Pero el destino parece que te ha dejado de lado y la soledad se apodera de la casa. Llega la hora de acostarse y te vas resignada a la cama, inventando mil excusas y acusándote de mal pensada.
AVIVA EL FUEGO DE TU RELACIÓN
Ya nos conocemos. Nos quedamos dormidas en el sofá tiradas de cualquier manera con el maquillaje corrido y el mando de la tele de la mano. Mientras, nuestro hombre espera resignado en la cama, o lo que es peor, indiferente. Falta más música de chakachaka en los dormitorios conyugales.
Tópico de hoy
Aviva el fuego de tu relación
La falta de deseo es un tema común entre hombres y mujeres. Y las excusas suelen ser siempre las mismas: estoy muy ocupada, llego cansada a casa, no tengo el cuerpo para fiestas, sólo quiero descansar…. Me aburren tus excusas. Antes tenías el mismo trajín y para estar con tu pareja nunca estabas cansada. Tus excusas ya no sirven.
El que está ahí dormido es tu pareja, una pareja con la que estás voluntariamente. Si es así haz el favor de cuidarle y aunque no puedas con tu alma, arrímate a su cuerpo, siente su calor y reconfórtate con su compañía, demuéstrale el cariño que le tienes. Y si el cuerpo te pide marcha, házselo saber, con sutileza, (vuestro código secreto lo va a entender a la primera aunque si es durillo de tacto, las palabras y gestos nunca fallan). A estas alturas de la vida ya sabes que él no tiene una bola de cristal para conocer tus apetencias continuamente.
Pero si la rutina o la desgana se han hecho con vuestras sábanas, si sus manos están cada vez más lejos de tus pechos, haz examen de conciencia y mira ver si tú pones de tu parte para que la relación funcione.
En los corrillos de amigos es fácil que salga el tema, y lo más normal es culpar al otro de esta inactividad. Pero a solas, plantéatelo en serio, si ninguno de los mueve un dedo ¿quién va a poner el motor de nuevo en marcha? No te mosquees, puede que esto sólo pase un fin de semana de cada mes, pero si una vez se empieza a dejar un hueco puede que al final la rutina os haga ganadores del “san benito” de pareja inapetente. El éxito de una relación larga depende del esfuerzo diario invertido, la incomunicación no surge de la noche a la mañana, sino que va poniendo día a día su semilla, como la hormiga.
Ya sé que suena a obviedad, pero cuando oigo las quejas de las parejas, los afectados no siempre son imparciales a la hora de sopesar las causas de esta indiferencia marital. ¿Que él se va a la cama sin darte un beso siquiera? Mal hecho, pero no te calles y díselo, no dejes que se te vayan acumulando los malos rollos. ¿Que tiene la costumbre de no lavarse los dientes y rehúsas besarlo? No me extraña, a esas fauces no se acerca ni la más leona. Pero tú, chica, no te pongas ese pijama fucsia con muñequitos de peluche tan sexy como una bata de franela. Y trata de no desordenarte tanto en casa, no sea que te confunda con la versión femenina de Torrente.
Ahora va de veras. Después de una recopilación de los datos que me dais a través de vuestros emails, he creído necesario hacer un protocolo de buenas costumbres en el tema de la seducción.
1. ¡Elimina la franela de tu armario! Hay, por supuesto una excepción a esta regla: a algunos hombres les enrollan los pijamas de franela y las supercamisetas para ir a la cama, etc. Muy bien, pero si este no es tu caso, ¿qué estás haciendo? El pasado es irremediable, y lo comprado ahí está, para donarlo a las monjitas. Pero, examina tus atavíos nocturnos actuales: ¿tus saltos de cama están elegidos según la racionalidad heredara de tu bendita abuelita o te ha guiado la pícara intención de provocar una mirada lasciva y deseosa en esos ojos que tanto te ponen? Conozco muchos guardarropas y sé de la necesidad de elevar el nivel de adrenalina de muchos de ellos.
Y con todas las cosas que tenemos que hacer es comprensible que te dé pereza ir a comprar, pero debes dar un paso atrás para contemplar cómo ha sido tu pasado amoroso hasta ahora y cómo quieres que sea. Unos pequeños cambios como llevar un conjunto de seda (puede ser un sencillo traje de shorts y top) pueden afectar seriamente la estabilidad de tu cama.
2. Porno, ¿has levantado la mano? Ya sé de sobra que este tema levanta pasiones en pro y en contra porque no a todas las parejas les gusta ver porno juntos. Vale, el cine X se orienta más al goce visual masculino y algunas de ellas tienen argumentos que sobrepasan el absurdo; pero conozco muchas parejas que caldean el ambiente viendo vídeos para adultos. Podéis empezar imitando algunas de las escenas sencillas, o si no disfrutas viendo estos vídeos, probad a leer un libro erótico juntos. Llenad la bañera, encended algunas velas y haceros con un libro erótico resistente al agua –sí, existen. O, quizás si va mejor con tu manera de ser, escribe una declaración de amor y compártelas con él en una cena romántica. Algunas veces no se trata de mantener relaciones sexuales sino de mantener la mecha amorosa humeante.
3. Revisa tu actitud, ¡despierta! Este consejo es especialmente recomendable para las parejas de larga trayectoria o para las fóbicas al compromiso. Estoy segura de que habéis oído esa metáfora que compara la comida con el amante: tener pareja es como comer tu plato favorito todos, todos los días. Suena que da miedo, ¿verdad? En teoría, pero ¿estás segura de que te cansarías de un sabroso jamón de pata negra? Bendita maldición…
Todo depende de tu disposición, y la verdad te puede salvar o al menos ayudar a pasar las épocas de baches. La convivencia no es un castigo. No es una sentencia de muerte. Es una oportunidad de tener tapas de jamón ibérico el resto de tu vida, pero prueba distintas presentaciones y modos de elaboración de vez en cuando. Introducid juguetitos sexuales en la alcoba, tomaros de vez en cuando un fin de semana laaaaarrrrgoooo, saborearos el uno al otro. No tiene porque ser siempre sexo de melón con jamón todo el rato. ¿Me captas?
Además apúntate esto: es necesario que alimentes el ego de tu chico. Seguramente le llenaste de cumplidos y atenciones durante el periodo de cortejo, pero la tarea no debe terminar nunca. Él es tu tesoro, tu rey, la persona a la que amas y por la que pierdes la chaveta, así que ¡házselo saber! Los hombres también tienen su corazoncito y necesitan saber lo que sentimos por ellos. Eres la princesa del castillo y ya te ha salvado, le tiraste la trenza y él escaló por ella. Pero no dejes que se aburra en la torre y ponte las pilas continuamente, no te abandones. Mantente al día y renuévate si notas que te estás apoltronando. Cambia de peinado (te sentirás mejor y se notará), no te canses de sonreírle, acaríciale la espalda cuando salga de la cama... Estos gestos son pequeños recordatorios de que sois importantes el uno para el otro, y te aseguro que si los pones en práctica tu relación se fortalecerá día a día.
Devotamente tuya,
Malachuca
Tópico de hoy
Aviva el fuego de tu relación
La falta de deseo es un tema común entre hombres y mujeres. Y las excusas suelen ser siempre las mismas: estoy muy ocupada, llego cansada a casa, no tengo el cuerpo para fiestas, sólo quiero descansar…. Me aburren tus excusas. Antes tenías el mismo trajín y para estar con tu pareja nunca estabas cansada. Tus excusas ya no sirven.
El que está ahí dormido es tu pareja, una pareja con la que estás voluntariamente. Si es así haz el favor de cuidarle y aunque no puedas con tu alma, arrímate a su cuerpo, siente su calor y reconfórtate con su compañía, demuéstrale el cariño que le tienes. Y si el cuerpo te pide marcha, házselo saber, con sutileza, (vuestro código secreto lo va a entender a la primera aunque si es durillo de tacto, las palabras y gestos nunca fallan). A estas alturas de la vida ya sabes que él no tiene una bola de cristal para conocer tus apetencias continuamente.
Pero si la rutina o la desgana se han hecho con vuestras sábanas, si sus manos están cada vez más lejos de tus pechos, haz examen de conciencia y mira ver si tú pones de tu parte para que la relación funcione.
En los corrillos de amigos es fácil que salga el tema, y lo más normal es culpar al otro de esta inactividad. Pero a solas, plantéatelo en serio, si ninguno de los mueve un dedo ¿quién va a poner el motor de nuevo en marcha? No te mosquees, puede que esto sólo pase un fin de semana de cada mes, pero si una vez se empieza a dejar un hueco puede que al final la rutina os haga ganadores del “san benito” de pareja inapetente. El éxito de una relación larga depende del esfuerzo diario invertido, la incomunicación no surge de la noche a la mañana, sino que va poniendo día a día su semilla, como la hormiga.
Ya sé que suena a obviedad, pero cuando oigo las quejas de las parejas, los afectados no siempre son imparciales a la hora de sopesar las causas de esta indiferencia marital. ¿Que él se va a la cama sin darte un beso siquiera? Mal hecho, pero no te calles y díselo, no dejes que se te vayan acumulando los malos rollos. ¿Que tiene la costumbre de no lavarse los dientes y rehúsas besarlo? No me extraña, a esas fauces no se acerca ni la más leona. Pero tú, chica, no te pongas ese pijama fucsia con muñequitos de peluche tan sexy como una bata de franela. Y trata de no desordenarte tanto en casa, no sea que te confunda con la versión femenina de Torrente.
Ahora va de veras. Después de una recopilación de los datos que me dais a través de vuestros emails, he creído necesario hacer un protocolo de buenas costumbres en el tema de la seducción.
1. ¡Elimina la franela de tu armario! Hay, por supuesto una excepción a esta regla: a algunos hombres les enrollan los pijamas de franela y las supercamisetas para ir a la cama, etc. Muy bien, pero si este no es tu caso, ¿qué estás haciendo? El pasado es irremediable, y lo comprado ahí está, para donarlo a las monjitas. Pero, examina tus atavíos nocturnos actuales: ¿tus saltos de cama están elegidos según la racionalidad heredara de tu bendita abuelita o te ha guiado la pícara intención de provocar una mirada lasciva y deseosa en esos ojos que tanto te ponen? Conozco muchos guardarropas y sé de la necesidad de elevar el nivel de adrenalina de muchos de ellos.
Y con todas las cosas que tenemos que hacer es comprensible que te dé pereza ir a comprar, pero debes dar un paso atrás para contemplar cómo ha sido tu pasado amoroso hasta ahora y cómo quieres que sea. Unos pequeños cambios como llevar un conjunto de seda (puede ser un sencillo traje de shorts y top) pueden afectar seriamente la estabilidad de tu cama.
2. Porno, ¿has levantado la mano? Ya sé de sobra que este tema levanta pasiones en pro y en contra porque no a todas las parejas les gusta ver porno juntos. Vale, el cine X se orienta más al goce visual masculino y algunas de ellas tienen argumentos que sobrepasan el absurdo; pero conozco muchas parejas que caldean el ambiente viendo vídeos para adultos. Podéis empezar imitando algunas de las escenas sencillas, o si no disfrutas viendo estos vídeos, probad a leer un libro erótico juntos. Llenad la bañera, encended algunas velas y haceros con un libro erótico resistente al agua –sí, existen. O, quizás si va mejor con tu manera de ser, escribe una declaración de amor y compártelas con él en una cena romántica. Algunas veces no se trata de mantener relaciones sexuales sino de mantener la mecha amorosa humeante.
3. Revisa tu actitud, ¡despierta! Este consejo es especialmente recomendable para las parejas de larga trayectoria o para las fóbicas al compromiso. Estoy segura de que habéis oído esa metáfora que compara la comida con el amante: tener pareja es como comer tu plato favorito todos, todos los días. Suena que da miedo, ¿verdad? En teoría, pero ¿estás segura de que te cansarías de un sabroso jamón de pata negra? Bendita maldición…
Todo depende de tu disposición, y la verdad te puede salvar o al menos ayudar a pasar las épocas de baches. La convivencia no es un castigo. No es una sentencia de muerte. Es una oportunidad de tener tapas de jamón ibérico el resto de tu vida, pero prueba distintas presentaciones y modos de elaboración de vez en cuando. Introducid juguetitos sexuales en la alcoba, tomaros de vez en cuando un fin de semana laaaaarrrrgoooo, saborearos el uno al otro. No tiene porque ser siempre sexo de melón con jamón todo el rato. ¿Me captas?
Además apúntate esto: es necesario que alimentes el ego de tu chico. Seguramente le llenaste de cumplidos y atenciones durante el periodo de cortejo, pero la tarea no debe terminar nunca. Él es tu tesoro, tu rey, la persona a la que amas y por la que pierdes la chaveta, así que ¡házselo saber! Los hombres también tienen su corazoncito y necesitan saber lo que sentimos por ellos. Eres la princesa del castillo y ya te ha salvado, le tiraste la trenza y él escaló por ella. Pero no dejes que se aburra en la torre y ponte las pilas continuamente, no te abandones. Mantente al día y renuévate si notas que te estás apoltronando. Cambia de peinado (te sentirás mejor y se notará), no te canses de sonreírle, acaríciale la espalda cuando salga de la cama... Estos gestos son pequeños recordatorios de que sois importantes el uno para el otro, y te aseguro que si los pones en práctica tu relación se fortalecerá día a día.
Devotamente tuya,
Malachuca
¡EN LO QUE SE HACE UN ARROCITO!
Una cálida bienvenida de Malachuca:
El tiempo que más me gusta del mes es el que paso con mi novio. Una de las cosas que disfrutamos haciendo juntos (además de lo obvio,jeje) es cocinar. Así que de vez en cuando preparamos un arrocito y lo dejamos guisar a fuego lento, unos 20 minutos, tiempo suficiente para echar un kiki. ¡Y lo echamos! Terminar algo en un plazo de tiempo preciso nos hace tener una prisa frenética, superestimulante. Déjate llevar por el poder de un rapto amoroso rápido. Sigue leyendo que tenemos para un rato.
Tópico de hoy
En lo que se hace un arrocito
Claro que es valioso el sexo planeado con cena en casa, velas y eso. Pero el sexo espontáneo también ofrece una larga lista de ventajas. La urgencia de tener a tu amante en ese preciso momento te hace sentir el deseo crudo, perentorio; ese ardor te hace sentir atractiva y deseable, intrépida y salvaje, te reenciende sentimientos y pasiones olvidadas. Puede que parezca una tontería, pero cuando se está centrada en los críos, el trabajo, las amistades, la familia, la casa, sin olvidar que hay que dormir, tener un momento espontáneo puede suponer un gran alivio. Algunas veces encaramos el sexo de forma tan automática (seguro que sabes a qué me refiero) que olvidamos lo atractivas que resultamos para nuestro amante. El “aquí te pillo aquí te mato” es un importante recordatorio de la necesidad de ser lasciva de vez en cuando. Además los actos espontáneos son ocasiones perfectas para probar nuevas posiciones y ángulos que en situaciones normales ni se nos ocurrirían. Y que no te frene pensar: no estoy depilada, llevo unas bragas horribles… ya es hora de que comprendas que los hombres ni se fijan ni les va a importar en ese momento. Lo único que piensa tu amante en ese momento es quemarse contigo, como tú con él.
¿Tengo que recordar la posibilidad del “infraganti”? Se pueden dar deliciosas posibilidades de ser “pillados” en medio de un polvo, algo probable en un retozo imprevisto. En realidad, algunas personas se excitan más con las aventuras traviesas en lugares semi-públicos, provocadas por proposiciones inesperadas o por una corriente de lívido llegada sin permiso de nadie. Las fantasías de muchas personas giran alrededor de la posibilidad de ser sorprendidas en una pasión urgente. ¿Eres tú una de ellas?
¿Y qué me dices de lo excitante que resulta ver a tu amante a medio vestir? A menudo con un kiki no te da tiempo a desnudarte del todo. La vista de una mujer solo con las medias puestas o la del hombre con la camisa desabotonada derrite todas las defensas. También se ha de contar con las sensaciones del tacto de la ropa… tocar la licra de los pantis o el lazo sedoso de la corbata hace perder los papeles sin dar tiempo a pensar. O el frufrú de la ropa al caer…. la aventura sexual desvela un universo de sensaciones perturbadoras.
Y toquemos el tema de la higiene. Un agua antes del encuentro se agradece pero a veces la ducha significa matar las feromonas naturales que tan, tan, tan afrodisíacas resultan. Si nuestro hombre ha recorrido 300 Km. en coche bajo el sofocante calor del verano y nos llegue pegajoso y ávido por vernos, ¿cómo no va a parecernos sexy el delicioso sabor salado de cada centímetro de su cuerpo moreno? Hay que saber encontrar lo sexy, no romperlo.
¿Cómo responde el cuerpo de la mujer a un kiki de asalto? No se puede generalizar y algunas en cuanto intuyen “jaleo” se ponen “a tono” al momento. Pero para otras puede que las ganas no sea estimulante suficiente. ¿Entonces que hacen? Anticiparse, está claro. Kit de urgencia para llevar en el bolso: lubricante, condón y toallitas, ¿qué menos? Hay que estar siempre preparada.
Así que déjate seducir por las prisas, los imprevistos. ¡No te cuadricules! Déjate llevar aunque solo sean los 20 minutos del arroz. La adrenalina acelera el ritmo cardíaco. Y ese flujo sanguíneo va donde más interesa, en hombres y mujeres. Y te aseguro que estas “situaciones de stress” fortalecen los vínculos de la pareja. Uno de los problemas de las relaciones largas es que con el tiempo se acaba la novedad, la pasión se trueca en rutina. Estas guerrillas esporádicas ayudan a combatir el tedio y te dan un motivo para que te brillen los ojos. Así que, manos a la obra. Echa un kiki esta tarde y hazme saber los detalles más escabrosos.
Devotamente tuya,
Malachuca
El tiempo que más me gusta del mes es el que paso con mi novio. Una de las cosas que disfrutamos haciendo juntos (además de lo obvio,jeje) es cocinar. Así que de vez en cuando preparamos un arrocito y lo dejamos guisar a fuego lento, unos 20 minutos, tiempo suficiente para echar un kiki. ¡Y lo echamos! Terminar algo en un plazo de tiempo preciso nos hace tener una prisa frenética, superestimulante. Déjate llevar por el poder de un rapto amoroso rápido. Sigue leyendo que tenemos para un rato.
Tópico de hoy
En lo que se hace un arrocito
Claro que es valioso el sexo planeado con cena en casa, velas y eso. Pero el sexo espontáneo también ofrece una larga lista de ventajas. La urgencia de tener a tu amante en ese preciso momento te hace sentir el deseo crudo, perentorio; ese ardor te hace sentir atractiva y deseable, intrépida y salvaje, te reenciende sentimientos y pasiones olvidadas. Puede que parezca una tontería, pero cuando se está centrada en los críos, el trabajo, las amistades, la familia, la casa, sin olvidar que hay que dormir, tener un momento espontáneo puede suponer un gran alivio. Algunas veces encaramos el sexo de forma tan automática (seguro que sabes a qué me refiero) que olvidamos lo atractivas que resultamos para nuestro amante. El “aquí te pillo aquí te mato” es un importante recordatorio de la necesidad de ser lasciva de vez en cuando. Además los actos espontáneos son ocasiones perfectas para probar nuevas posiciones y ángulos que en situaciones normales ni se nos ocurrirían. Y que no te frene pensar: no estoy depilada, llevo unas bragas horribles… ya es hora de que comprendas que los hombres ni se fijan ni les va a importar en ese momento. Lo único que piensa tu amante en ese momento es quemarse contigo, como tú con él.
¿Tengo que recordar la posibilidad del “infraganti”? Se pueden dar deliciosas posibilidades de ser “pillados” en medio de un polvo, algo probable en un retozo imprevisto. En realidad, algunas personas se excitan más con las aventuras traviesas en lugares semi-públicos, provocadas por proposiciones inesperadas o por una corriente de lívido llegada sin permiso de nadie. Las fantasías de muchas personas giran alrededor de la posibilidad de ser sorprendidas en una pasión urgente. ¿Eres tú una de ellas?
¿Y qué me dices de lo excitante que resulta ver a tu amante a medio vestir? A menudo con un kiki no te da tiempo a desnudarte del todo. La vista de una mujer solo con las medias puestas o la del hombre con la camisa desabotonada derrite todas las defensas. También se ha de contar con las sensaciones del tacto de la ropa… tocar la licra de los pantis o el lazo sedoso de la corbata hace perder los papeles sin dar tiempo a pensar. O el frufrú de la ropa al caer…. la aventura sexual desvela un universo de sensaciones perturbadoras.
Y toquemos el tema de la higiene. Un agua antes del encuentro se agradece pero a veces la ducha significa matar las feromonas naturales que tan, tan, tan afrodisíacas resultan. Si nuestro hombre ha recorrido 300 Km. en coche bajo el sofocante calor del verano y nos llegue pegajoso y ávido por vernos, ¿cómo no va a parecernos sexy el delicioso sabor salado de cada centímetro de su cuerpo moreno? Hay que saber encontrar lo sexy, no romperlo.
¿Cómo responde el cuerpo de la mujer a un kiki de asalto? No se puede generalizar y algunas en cuanto intuyen “jaleo” se ponen “a tono” al momento. Pero para otras puede que las ganas no sea estimulante suficiente. ¿Entonces que hacen? Anticiparse, está claro. Kit de urgencia para llevar en el bolso: lubricante, condón y toallitas, ¿qué menos? Hay que estar siempre preparada.
Así que déjate seducir por las prisas, los imprevistos. ¡No te cuadricules! Déjate llevar aunque solo sean los 20 minutos del arroz. La adrenalina acelera el ritmo cardíaco. Y ese flujo sanguíneo va donde más interesa, en hombres y mujeres. Y te aseguro que estas “situaciones de stress” fortalecen los vínculos de la pareja. Uno de los problemas de las relaciones largas es que con el tiempo se acaba la novedad, la pasión se trueca en rutina. Estas guerrillas esporádicas ayudan a combatir el tedio y te dan un motivo para que te brillen los ojos. Así que, manos a la obra. Echa un kiki esta tarde y hazme saber los detalles más escabrosos.
Devotamente tuya,
Malachuca
DORMIR JUNTOS
Cuando se habla de sexo, la expresión dormir juntos lo que significa de verdad es tener una noche de pasión. Pero hoy quiero ser casta y pura y cuando hablo de dormir juntos me refiero al sentido más literal de la expresión, dormir con la pareja. ¿Te metes en la cama y te conviertes en un osito de peluche? ¿O marcas las distancias y trazas una frontera en el centro del colchón? ¿Te acurrucas a la almohada? ¿Eres de los que dan patadas? No sabes la de modos que tiene la gente de dormir, la noche está llena de durmientes singulares. ¿A que sí? Es toda una experiencia dormir por primera vez con una persona.
Tópico del día
Dormir acompañado
Mi fuente de inspiración de esta columna fueron dos cosas: una noche reciente que vi dormir a mi pareja y una serie en la que la chica duerme por primera vez con el hombre de su vida. Sé que no es ninguna novedad pero me llevó a pensar lo íntimo que es dormir (literalmente) con alguien. Confías en alguien tanto como para compartir tu momento más privado, más vulnerable. El hecho es que si durante la noche te despiertas, ver a tu amor dormir es uno de los sentimientos más enternecedores que se pueden experimentar. No puedes pensar en alguien mejor para llenar ese hueco (a no ser que hablemos de lo bien que se duerme solo de vez en cuando, pero eso es tema para otra columna). La cosa es dice mucho de ti con quien compartes las sábanas.
Dormir con otra persona es el acto más íntimo que podemos compartir y que no debemos tomar a la ligera. Este tema afecta mucho a las parejas que mantienen relaciones a larga distancia. Para ellos, o para parejas que no viven juntas, dormir juntos puede suponer un reto. Una decadencia para los que están acostumbrados a ello que para estas parejas significa una experiencia única que guardan en sus recuerdos como tesoros. Que mayor placer para ellos que fantasear despertarse cualquier lunes al lado de la persona que quieren. Considera esta realidad y aprecia lo que tienes.
Dicho esto, ¿qué tipo de durmiente eres tú? Mi compañero y yo siempre comenzamos abrazados y por lo general acabo haciéndome con toda la cama dejándole a él en un rincón. Y además duermo como un lirón por lo que pocos éxtasis visuales puedo tener contemplándole. Pero sin duda nuestra posición para quedarnos dormidos es la de la cucharilla, estamos abrazados pero los dos podemos respirar, que es muy importante. A lo largo de la noche podemos revolvernos, darnos la vuelta, pero generalmente alguna parte de nuestros cuerpos se toca. Algunas veces las piernas se enredan, otras se rozan los pies o nos damos la espalda, pero siempre juntitas. A veces, como la otra noche, caí dormida como quién cae de un paracaídas y así amanecí. El otro pobre vio mermado su rincón a la mínima expresión.
¿Cómo duermes tú? No hay respuestas buenas o malas. Hay personas que deciden dormir separados (en otra cama o en otra habitación, por distintos motivos, por los ronquidos generalmente), algunos empiezan la noche abrazados y acaban cada uno en una punta de la cama, y hay personas que no pueden soportar el roce nocturno. Algunos necesitan realmente disfrutar de un espacio y no les va nada tocarse o acurrucarse… al menos que halla sexo mediante.
Así qué, ¿cómo sueles dormir? ¿Duermes a solas o con compañía? ¿Dormís de la misma manera? ¿O sois de dos planetas distintos cada uno con un horario para irse a dormir? Es muy normal irse a la cama a distinta horas; y si ese es tu caso, ¿te arrimas a tu pareja cuando te metes en la cama o respetas el descanso? Si quieres, cuéntame tu experiencia que alguien se verá en ti.
Devotamente tuya,
Malachuca
Tópico del día
Dormir acompañado
Mi fuente de inspiración de esta columna fueron dos cosas: una noche reciente que vi dormir a mi pareja y una serie en la que la chica duerme por primera vez con el hombre de su vida. Sé que no es ninguna novedad pero me llevó a pensar lo íntimo que es dormir (literalmente) con alguien. Confías en alguien tanto como para compartir tu momento más privado, más vulnerable. El hecho es que si durante la noche te despiertas, ver a tu amor dormir es uno de los sentimientos más enternecedores que se pueden experimentar. No puedes pensar en alguien mejor para llenar ese hueco (a no ser que hablemos de lo bien que se duerme solo de vez en cuando, pero eso es tema para otra columna). La cosa es dice mucho de ti con quien compartes las sábanas.
Dormir con otra persona es el acto más íntimo que podemos compartir y que no debemos tomar a la ligera. Este tema afecta mucho a las parejas que mantienen relaciones a larga distancia. Para ellos, o para parejas que no viven juntas, dormir juntos puede suponer un reto. Una decadencia para los que están acostumbrados a ello que para estas parejas significa una experiencia única que guardan en sus recuerdos como tesoros. Que mayor placer para ellos que fantasear despertarse cualquier lunes al lado de la persona que quieren. Considera esta realidad y aprecia lo que tienes.
Dicho esto, ¿qué tipo de durmiente eres tú? Mi compañero y yo siempre comenzamos abrazados y por lo general acabo haciéndome con toda la cama dejándole a él en un rincón. Y además duermo como un lirón por lo que pocos éxtasis visuales puedo tener contemplándole. Pero sin duda nuestra posición para quedarnos dormidos es la de la cucharilla, estamos abrazados pero los dos podemos respirar, que es muy importante. A lo largo de la noche podemos revolvernos, darnos la vuelta, pero generalmente alguna parte de nuestros cuerpos se toca. Algunas veces las piernas se enredan, otras se rozan los pies o nos damos la espalda, pero siempre juntitas. A veces, como la otra noche, caí dormida como quién cae de un paracaídas y así amanecí. El otro pobre vio mermado su rincón a la mínima expresión.
¿Cómo duermes tú? No hay respuestas buenas o malas. Hay personas que deciden dormir separados (en otra cama o en otra habitación, por distintos motivos, por los ronquidos generalmente), algunos empiezan la noche abrazados y acaban cada uno en una punta de la cama, y hay personas que no pueden soportar el roce nocturno. Algunos necesitan realmente disfrutar de un espacio y no les va nada tocarse o acurrucarse… al menos que halla sexo mediante.
Así qué, ¿cómo sueles dormir? ¿Duermes a solas o con compañía? ¿Dormís de la misma manera? ¿O sois de dos planetas distintos cada uno con un horario para irse a dormir? Es muy normal irse a la cama a distinta horas; y si ese es tu caso, ¿te arrimas a tu pareja cuando te metes en la cama o respetas el descanso? Si quieres, cuéntame tu experiencia que alguien se verá en ti.
Devotamente tuya,
Malachuca
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